miércoles, 29 de febrero de 2012

Olfateando el camino de la cruz

La vida nos regala belleza y buenos olores a pesar del dolor

 La semana pasada comenzamos la cuaresma, los viernes por estos lares se reza con profusión el viacrucis, tanto mayores como jóvenes y niños. El viernes pasado celebré la eucaristía en Bukuro, pequeña comunidad de bautizados. Allí se encuentra una anciana llamada Veronique que anda desde hace un tiempo con un cáncer de pecho. Mis compañeros me dijeron que habían llevado la comunión a Veronique y que les había impresionado el pecho comido por la enfermedad y cuya imagen impresionaba. Al terminar la misa le dije a la gente que me mostrasen dónde se encontraba la casa de Veronique pues quería llevarle la comunión. Me acompañó toda la comunidad, llegamos a la casa y descorrí la cortinilla que hace las funciones de puerta. Ciertamente la imagen de esta mujer y su enfermedad es dura, pero el olor penetrante a carne podrida, que se impregnaba en lo más hondo del sentido del olfato, me dejo profundamente consternado. Detrás de mi entró una representación de todos los que venían, incluidos los niños. Rezamos juntos y le di la comunión. Ella no se quejaba, simplemente agradecía nuestra compañía y nuestra oración por ella. Aquí no hay medios ni recursos para curar dicha enfermedad, y tampoco para mitigar los dolores, ciertamente hay muchos que viven la cruz a lo largo de su vida. Aun así salí con sensación de esperanza, pues gente como esta anciana me enseña a nunca desesperar y afrontar la vida con ánimo. En la casa de al lado aproveché para felicitar a una madre que acababa de tener una niña y rezar junto a la comunidad por esta nueva vida.