viernes, 28 de febrero de 2020

El Troco

Jesús junto a Paul disfrutando de ofrecernos una paella, 2012
Jesús Fernández de Troconiz, el Troco, nos dejó con el corazón encogido el pasado día 8 de febrero. No se encontraba bien, y había decidido irse a España a restablecerse para poder seguir ayudando, desde la limitación de su capacidad pulmonar, a hacer la animación misionera. Pero esta vez fue la definitiva, y en realidad lo que él deseaba. Había dejado su vida en África y aquí quería encontrarse con el Señor. Cincuenta y un años de vida dedicada a esta tierra, a sus gentes. Hombre acogedor, que sabía escuchar y dar buenos consejos. A ningún misionero le faltaron sus cuidados cuando los necesitó. También sabía regañar y mandar, una semana antes de morirse me dijo, “yo he mandado toda mi vida y así será hasta el día de mi muerte”. Y así fue, recordaba junto a Roberto Carlos, el diácono que le acompañó en la clínica sus últimos días, que no hacía nada más que darle órdenes, nos reíamos por eso. Ángel, compañero y amigo ha estado junto a él estos últimos años, le ha tocado salir pitando de la misión para llevarle al médico cuando le daban crisis, y también ha sabido ser dócil y obediente a Jesús. Pero me decía el otro día “cuanto he aprendido de él”. Estuvimos hace unos días comiendo con ellos y nos dejó de nuevo tocados el ver como Jesús cuidaba y mimaba a su compañero y amigo Guillermo, el cual es vegetariano. Para todos los demás había buena carnaza, aunque se quedó un poco dura y Jesús se llevó un gran disgusto. Para Guillermo había preparado una gran ensalada, le hizo sentarse al lado suyo y se aseguró que comiera bien y de todo, decía que estaba demasiado delgado. Jesús era así, le gustaba desvivirse por todo el mundo y tenía metido hasta los tuétanos la importancia que se da a la acogida en estas tierras. Espéranos en el cielo y prepáranos una gran acogida como tú sabes hacerlo.