El otro día me llamaron para decirme que una
chica de quince años, de una de nuestras comunidades, había sido dada en
matrimonio forzado a un chico musulmán de otro pueblo. La familia no quiere que
sea católica, por lo que decidieron dársela a ese chico, para que no continuase
su relación con un chico de la comunidad. Por desgracia, esta práctica de
matrimonios forzados sigue vigente por aquí, aunque por supuesto está
absolutamente prohibida por ley. Siempre hay dinero por medio y una vez la
familia de la chica lo ha recibido, normalmente ya no quieren devolverlo porque
se lo han gastado.
En
este caso la chica huyo de la casa, y el marido despechado convocó a la gendarmería
a la familia del otro chico. Yo les dije que contaran la verdad y que dijeran
que ellos no habían cogido a la chica porque era menor de edad, pero que los
otros habían hecho el matrimonio forzado. Al final, el marido denunciante sigue
en el calabozo y los otros han sido liberados, por supuesto pagando una cierta
cantidad de dinero a los gendarmes, pues la corrupción sigue presente. Una lacra, la de estos matrimonios fruto de la ignorancia, con la que hay que acabar y que a través de la educación que hacemos en
las comunidades ha disminuido bastante, pero todavía queda por hacer.