Acabamos de entregar un proyecto a una ONG española
para que nos continúe ayudando como viene haciendo hasta ahora. La ONG en
cuestión es muy seria y hace las cosas bien. No sé si por política interna,
aunque pienso más bien que son exigencias de cómo se hacen las cosas en España
y por el mundo actual, piden un montón de papeles y facturas, todo debe estar
muy bien explicado y nada puede quedar al azar. Todos pensamos que eso es lo
normal, pero a mí me hace reflexionar, sobre cómo estamos construyendo el
futuro de nuestro planeta. Creo que la desconfianza se ha instalado en nuestras
instituciones (cosa normal con tanta corrupción y pillería como hay por el
mundo) pero me preocupa que se haya instalado también en nuestros corazones.
Hasta ahora éramos los misioneros los que presentábamos estos proyectos, pero
se me ocurrió que había que confiar en la gente local y que mi lucha sería
porque las instituciones españolas acabaran confiando en ellos también. Para
ello hay que darles una oportunidad, formarles y, cómo no, exigirles que hagan
las cosas correctamente. El primer envite lo han superado con creces, han hecho
un gran trabajo a la hora de presentar el proyecto y el resultado ha sido
magnífico, otra cosa será que la ONG nos diga que tenemos que corregir algunas
propuestas, pero nadie nace sabiendo. Yo he confiado en ellos y eso les ha
animado y han creído en sus propias posibilidades. Es la única manera de crear
adultos y gente responsable, si les damos siempre todo, entonces no serán
capaces de gestionar sus vidas como es debido. A la vez, tengo que decir que
sigue habiendo mucha gente que confía en lo que hacemos por esta parte del
mundo, incluso empresas, y que no nos piden nada más que hagamos lo que tenemos
que hacer, e incluso nos agradecen nuestra labor. Lógicamente, desde aquí
siempre daremos cuenta de cómo empleamos sus dineros y por supuesto
agradeceremos su confianza.