Ayer
fue la fiesta de la parroquia, y un año más recibieron la primera comunión los,
por ahora, pocos que estaban bautizados de pequeños. Este año teníamos un caso
especial, Martine. Esta mujer, madre de siete hijos, no llegó a hacer la
primera comunión en su momento, las circunstancias las desconozco, pero sí sé
que se casó a muy temprana edad con un hombre que no era católico. Al no hacer
su matrimonio por la Iglesia, no pudo comulgar. Su marido empezó las
catequesis, pero la vida es caprichosa y murió muy joven, dejándola con cinco
hijos. Ella volvió a casa de sus padres, que son nuestros vecinos. Aquí
encontró otro hombre, no el más adecuado, con el que tuvo dos hijos más. Entre
todos estos avatares, ella nunca dejó su fe y fue fiel a la oración y la misa.
Uno de sus hijos entró hace tres años al seminario, y ella decidió dejar la
relación que tenía con el hombre que estaba. Con gran alegría para nosotros,
hace tres meses nos pidió poder recibir la eucaristía, y nos dijo que ya no
tendría más relación con aquel hombre. Así que ayer, a sus cuarenta y cinco
años, recibió por primera vez el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de manera
sencilla y discreta, como es ella, celebró con gozo la fiesta. Por la noche
nos trajo una gallina para que celebráramos su alegría.