miércoles, 14 de junio de 2017

Viva los novios

El pasado sábado tuve la dicha de poder casar dos jóvenes bautizados, sin hijos, cada uno vivía en sus respectivas casas familiares. Desde que estoy por estos lares, es la primera vez que he vivido este acontecimiento. El viernes por la noche hicieron el matrimonio tradicional, en el cual la familia y amigos del novio van a buscar a la novia a su casa, en este caso de otro pueblo, la traen a la habitación donde vivirán juntos y hacen una serie de ceremonias con la novia, como lavarla de cuerpo entero; por supuesto eso es labor de las mujeres. Es noche de fiesta, donde el novio no puede ver a la novia, ella va tapada con un velo.
Al día siguiente celebramos la misa con el sacramento, ella va tapada con el velo, pero le pedí que se lo quitase para poder celebrar los esponsales. Al terminar la celebración hubo discursos, agradecimientos. Y Jean, el nuevo esposo, antiguo presidente de los jóvenes, habló certeramente. Animó a los jóvenes a casarse, a no tener miedo, a que el problema de la dote no les detuviese. Pero por supuesto, que no les detuviese las nuevas modas y las inseguridades. Dijo que ellos se habían animado los primeros, y que esperaba que muchos otros se animaran después.
El camino hasta aquí no ha sido fácil, pues la boda se ha hecho esperar más de un año, primero la familia de Jean dio a la familia de Celine la dote, que es para demostrar que él la va a cuidar bien, son cosas para ella. Cuando parecía que todo estaba hecho, la familia de Celine no decía la fecha, tuve que ir con Jean hasta el pueblo de ella a preguntar si había algún problema. La cuestión es que la novia no puede ir a su nueva casa sin el ajuar, boles, platos y demás cosas para el hogar, y para eso hace falta dinero. Por fin todo se arregló y tenemos un nuevo hogar cristiano.