Los niños de Gamagui encantados con los globos |
La semana del 15 de agosto prometía ser maravillosa. Empezábamos con la fiesta de la Asunción patrona de la Iglesia parroquial de Fô Bure. Teníamos un montón de actividades desde el fin de semana anterior programadas y muchísimas cosas que hacer esa semana. Ya nos habíamos organizado para atender lo más que pudiéramos a pesar de la ausencia de Luis por vacaciones. Pero ese fin de semana lo comencé con fiebre alta y con diarrea, descartamos que fuera malaria haciéndome la prueba, el domingo tuve que parar una misa cuatro veces y la segunda la suspendí, el lunes día quince parecía que pintaba mejor y a duras penas aguanté la misa de la fiesta. En ese plan estuve cuatro días en los que perdí cuatro kilos. Cuando parecía que ya estaba bien y me disponía a repasar el miércoles gramática bariba con Juan Pablo a este le picó una avispa y le produjo una reacción alérgica salvaje. Gracias a Dios teníamos urbason en casa y se le pudo inyectar, pues los medios del dispensario son escasos. El viernes mientras que Juan Pablo reposaba de su susto y se iba reponiendo me fui con su amiga Toya, que está aquí con nosotros de vacaciones, a hacer la catequesis a Gamagui, uno de los dos sitios donde tenemos que ir en moto. Al terminar la catequesis ella hizo globoflexia a los chavales y cuando volvíamos con el catequista empezó a llover. Me distraje un segundo y la moto se deslizó suavemente. Yo caí y me hice mal en una de mis maltrechas rodillas y en un hombro. El sábado fuimos a que me sacarán sangre de la rodilla y me la vendaran. Así que me toco andar con muletas. El domingo para compensar los disgustos que le estábamos dando a la invitada, Juan Pablo se la llevó a Natitangou y Tanguieta, pero a los veinte kilómetros de partir el coche se averió. Parece que ahora todo va mejor y que no tenemos más sobresaltos. Pero está claro que aquí se ve claramente que no todo depende de nosotros.