Hace casi
diez años que llegue a estas tierras de Benin, más en concreto a la parroquia
de Fô-Bouré. A lo largo de este tiempo he vivido diferentes experiencias y he
conocido mucha gente. Todo ha sido enriquecedor y sobre todo el poder aprender
de esta gente sencilla, alegre, acogedora. Puedo decir que ha sido mi primer gran
amor africano. Y como todo primer amor lo recordaré con cariño y siempre habrá
una cierta nostalgia en mi corazón. Pero la vida de un sacerdote debe ser
entregarse y amar a tope allá donde esté, y estar dispuesto a cambiar cada
cierto número de años, sobre todo para no acomodarse, ni acostumbrarse a ciertas
rutinas. Eso ayuda también a que las comunidades se enriquezcan conociendo
distintos tipos de servidores de sus comunidades. Mi vocación misionera sigue
intacta, y por eso cogí con cariño lo que un día el obispo de N´Dali lanzó como
un deseo para el que le faltaban sacerdotes disponibles. Este deseo era poder abrir
una nueva parroquia en Bwari, lo que implica hacer una nueva división de la
antigua parroquia de Bembereke. Después de dialogar con él y con mi obispo de
Barbastro-Monzón, me anime a aceptar ese reto y ahora me encuentro en mi penúltimo
día de estancia en Fô-Bouré. Crear una nueva parroquia no es cosa fácil, pero
con paciencia y la ayuda de tanta gente que me quiere y me sostiene, tanto económicamente
como espiritualmente, tengo la absoluta certeza que todo irá bien. Por ahora me
quedaré a vivir en la parroquia de Bembereke con un compañero africano, ofertas
de otros compañeros no me han faltado, pero creo que esto es lo más lógico. Poco
a poco iremos buscando agua, construiremos la misión e incluso si las fuerzas nos
acompañan hasta pondremos luz. La gente de la nueva parroquia está muy ilusionada,
se pasaban más de cinco meses sin ver al sacerdote en la época de lluvias. Así que
espero no decepcionarles.