El
otro día hicimos la habitual reunión de catequistas y presidentes, pero esta
vez invitamos a sus mujeres a participar. La idea era agradecerles que fueran
apoyo para sus parejas, y que tuvieran que soportar el peso de la casa ellas solas,
cuando los catequistas o presidentes tenían reuniones de formación, trabajo en
la comunidad, etc. Abrimos un diálogo interesante donde compartieron sus
alegrías y dificultades. Pero todas estaban orgullosas de poder colaborar.
Muchas veces hemos agradecido a los catequistas y presidentes su abnegada labor
para sostener nuestra Iglesia, pero ellos no podrían hacer nada si en casa no
estuvieran ellas. Finalizamos con una comida festiva que a todo el mundo
agradó.
Tenemos la costumbre de agradecer las cosas
solamente a la persona que es más visible, sin darnos cuenta que en la mayoría
de las ocasiones, siempre hay alguien en la retaguardia cuidando de su vida, la
de los suyos y apoyándole en las cosas más básicas y en las más exigentes.
Tanta y tanta gente que hay en el mundo haciendo esa labor callada, discreta,
pero tan necesaria.
Muchas veces se habla de los misioneros como
protagonistas de algo muy especial, cuando en realidad hay mucha gente, tanto
aquí, como allí, que están sosteniendo toda nuestra labor y haciendo posible
que podamos desarrollar nuestro trabajo. A todos los que formáis la retaguardia
de uno u otro modo, gracias.