lunes, 13 de abril de 2015

Entre el cansancio y la alegría

 Hemos celebrado la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. Estamos en pleno tiempo de alegría por lo que significan estas fechas. Pero puede parecer que en la misión, debido a la intensidad con la que se viven las cosas, uno nunca se cansa. Pues es época de mucho calor, unos treinta y siete grados a la sombra y al ir a acostarnos el termómetro sigue marcando por encima de los treinta. El descanso no es igual que en otras épocas, cuesta más conciliar el sueño. Con todo eso el cuerpo se resiente, y  afecta también a la mente. Uno está más espeso de ideas y te cuesta más arrancar a la hora de hacer las cosas. Por lo que la acumulación de celebraciones, en ocasiones, te viene como una losa encima. Pero puedo asegurar que una vez entras en la dinámica de la Pasión y Resurrección del Señor, te encuentras con las comunidades que tienen unas ganas inmensas de poder celebrarlo. El sábado santo en la vigilia pascual empezamos con los bautizos de adultos, bodas, primeras comuniones. Al final, no sabes muy bien de dónde salen las fuerzas, pero notas en el interior que el cansancio queda en un segundo plano, que la alegría te llena el corazón y todo el cuerpo, y que lo que te parecía que podías vivir y celebrar con apatía, acabas celebrándolo un año más con emoción y gozo. Contagiarse de la alegría del Señor resucitado en medio de esta gente es fácil. De hecho, para rematar, el lunes y martes con los jóvenes nos pegamos más de ochenta kilómetros con las bicis. El cansancio sigue ahí, pero no podrá con la felicidad que te da el ver de nuevo esa sonrisa especial en el rostro de toda nuestra gente.