La cría ya no está con nosotros |
La
semana pasada comenzábamos la cuaresma con el miércoles de ceniza. Ahora el
sacerdote al imponernos la ceniza suele decir lo de conviértete y cree en el
Evangelio, pero antes nos decía la frase que titula este blog. El caso es que
la semana comenzó con el anuncio de que uno de los gemelos que había traído
hace tres meses de uno de los pueblos al centro renutricional, cuando ya le
habían dado el alta para irse, cogió una diarrea y murió de un día para otro.
Al día siguiente nos comunican que una niña de ocho meses que habíamos
bautizado la pasada Navidad, hija de un catequista, había muerto también por
una diarrea. La procesión con el cuerpo de la pequeña después de la misa iba
precedida por la cruz, el joven que la portaba tenía la camiseta totalmente
deshecha y su calzado eran los pies desnudos, le seguía una chica que llevaba
la calabaza con el agua bendita, con el mismo tipo de vestimenta y calzado que
el anterior, les seguía un hombre que portaba el cuerpo de la niña envuelto en una esterilla. Habían dejado sus trabajos en el campo para ir al entierro. Esto
es algo importante, pues la muerte de un niño aquí, según la tradición, es una
deshonra y no se le hace mucho caso. Pero era una bautizada, y saben que está
llamada a una vida mejor, a la vida eterna, y que rezar es lo mejor que pueden
hacer. La aceptación de que la vida no nos pertenece es clara entre estas
gentes y por eso viven agradecidos cada día. No pretenden hacerse los dueños de
la vida, sino vivirla de la manera sencilla. Cuando uno tiene claro cuál es
nuestro final, entonces se aprende a disfrutar en cada momento las cosas que
verdaderamente importan.