El
pasado jueves me encontraba solo en la misión, por lo que tuve que pasar la
misa de Fo-Boure a la mañana para poder ir a otros pueblos por la tarde. Cuando
a las siete menos diez me acerco a la puerta de la capilla, me encuentro que
los catequistas están hablando con la monja y con los ancianos. “Mompe, ha
fallecido una chica”. Me pongo a su disposición
y acordamos hacer el funeral sin el cuerpo en la Iglesia. Me acerco a la
casa donde está la difunta y rezamos, bendigo el cuerpo y la tumba y no espero
a que la entierren, el marido está viniendo de viaje desde la capital de la
región. De vuelta a casa pregunto qué ha pasado. Era una chica joven, profesora
de instituto, en el parto de su segundo hijo todo se complicó y no pudieron
salvarla. Por desgracia cosa demasiado frecuente por estos lares. Se había
muerto esa misma noche y la trajeron en taxi hasta el pueblo, muchas veces
llevan a los difuntos en motos cuando tienen que trasladarlos. Cuando pregunto
por qué no se ha podido llevar el cuerpo a la Iglesia la respuesta es
contundente. La abrieron para operarla y al morirse pues no la cierran, porque
eso cuesta dinero y no tiene ningún sentido gastarlo en un muerto. Por lo que
todas las tripas y líquidos se le salían y era mejor no mover el cuerpo. Era una
chica alegre y llena de vida Serafine, había hecho un gran esfuerzo para llegar
a ser profesora de instituto, mujer y rural, una combinación que suele ser una
gran barrera en este país para progresar. Estaba casada con un musulmán, pero
nunca abandonó su fe. Aunque yo no la conocí personalmente, creo que es un
ejemplo de mujer que con fe fue capaz de mover montañas para conseguir sus
sueños.