El otoño está en todo su esplendor en el parque de la Tête d´Or, allí se encuentra esta escultura. Un grupo de personas intentando mover el mundo. Sí, mover nuestro mundo, transformarlo, ¿es posible en nuestros tiempos? ¿Estamos viviendo un otoño en la convivencia de los seres humanos? Cuando veo las noticias y observo que en Irak se persigue y se aniquila a los cristianos por la mera razón de sus creencias, tengo la tentación de pensar que este mundo no tiene solución. Que las hojas del Amor van cayendo de cada uno de nosotros y que es imposible arreglarlo.
Pero, gracias a Dios, cada día nos regala pequeños signos que nos hacen ver y contemplar donde puede estar nuestro gran problema. En clase en la Alliance Française estamos quince personas de distintas nacionalidades, todos tenemos la misma necesidad, aprender francés, todos tenemos algo en común, ese algo en común es que ninguno podemos dar lecciones a otro, que ninguno podemos creernos superiores al compañero de al lado. De hecho el sentirnos con la necesidad de aprender, nos hace estar unidos y ayudarnos solidariamente. Cuando en el mundo la soberbia de las naciones y el egoísmo o el fanatismo hace que la humanidad se encuentre enfrentada, en clase se puede observar como se ayudan y se estiman, un estadounidense y un iraní, una rusa con una ucraniana, una china y una coreana del sur y una larga lista de ejemplos. Sus dirigentes parecen no ponerse de acuerdo, será que les hace falta descubrir que no lo pueden todo. Para poder volver a florecer esta primavera, es necesario abandonar la soberbia que se nos cuela de la manera más insospechada y ser humildes. Esto se consigue con facilidad si vamos a clase de idiomas y nos apuntamos a aprender el lenguaje del Evangelio. Estoy convencido que es la herramienta más válida para poder mover y transformar el mundo.